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Todos somos artistas... ¿o estamos obligados a serlo? Boris Groys, redes sociales y el autodiseño

Todos somos artistas... ¿o estamos obligados a serlo? Boris Groys, redes sociales y el autodiseño

Boris Groys analiza cómo, en la era de las redes, diseñar y exponer nuestra imagen ya no es una opción estética, sino una exigencia social.

¿Todxs somos artistas?

Joseph Beuys, famoso artista alemán del siglo XX, afirmaba que “todo ser humano es artista”, reivindicando el derecho de todos a crear. Boris Groys, filósofo alemán, da vuelta la cuestión: más que un derecho, ser artista se vuelve hoy, en tiempos de redes sociales, una obligación.

El ser humano deviene hoy obra de arte. Los individuos ya no se presentan como sujetos, sino como objetos cuidadosamente diseñados. El modo en que nos presentamos ante el mundo en redes se vuelve una performance, una versión curada, montada como una instalación. Nuestra época nos exige mostrarnos de ciertas maneras.

De Narciso a la selfie

Groys utiliza la imagen de Narciso para reflexionar sobre la actualidad. Nuestra era es eminentemente narcisista, pero no porque esto implique un simple gesto egoísta o de vanidad, un encerrarnos en la propia subjetividad. Más bien, como Narciso mirándose al espejo, estamos enamorados de la imagen exterior que brindamos. Lo que le fascina a Narciso no es su imagen en el agua per se, sino ver cómo aparece en el mundo, cómo lo ven los otros. El espejo de las redes sociales nos transforma en una cosa visible, nos convierte en una imagen.

El reflejo de Narciso en el lago es una forma temprana de selfie, sostiene Groys. En el fondo, el buscar el reconocimiento del otro en la imagen externa no es nuevo, sino que tiene antiguas raíces. El Narciso contemporáneo crea selfies e imágenes de sí mismo constantemente en la lucha por establecer su propia identidad.

La muerte de Dios y la obligación del autodiseño

Antiguamente cómo nos mostrábamos en el espacio público no era tan relevante. Más bien lo crucial era el “diseño” de nuestra alma, cómo nos mostrábamos ante los ojos de Dios. Lo importante era tener un alma bella según los criterios del cristianismo: austera, virtuosa, despojada de pasiones y excesos, etc. El cuerpo no era más que la coraza de esa alma interior solo visible para Dios.

¿Qué sucede ante la muerte de Dios profetizada por Nietzsche? Es decir, ¿qué sucede cuando el cristianismo deja de ser el paradigma preponderante? Muerto Dios, ya no existe el gran observador de almas que determina o no si entramos al paraíso. Por lo tanto, el diseño del alma, habiendo desaparecido el ojo divino que lo legitimaba, deja de tener sentido. Corrido el juez de las almas, el diseño se desplaza al cuerpo. Nadie mirará nuestro interior, lo importante es cómo nos mostramos al mundo: nuestra vestimenta, el decorado de nuestro departamento, nuestro perfil de Instagram, nuestra imagen en LinkedIn, etc.

Lo estético se torna un mandato. Una exigencia. Estamos condenados a ser nuestros propios diseñadores.

El readymade de uno mismo

El individuo es su propio artista y, a la vez, su propio readymade. Como las obras de Duchamp, que intervienen objetos ya existentes, nos curamos a nosotros mismos, montamos nuestra propia obra, gestionamos nuestra marca personal, nos volvemos, en definitiva, una obra de arte.

La estética no es solamente un mero decorado superficial, sino que define nuestra identidad y como nos presentamos en el espacio público. El sujeto se torna un objeto estético, un objeto de museo expuesto en las redes sociales.

Según Groys, hoy nos convertimos en nuestros propios readymades. Como las obras de Duchamp, nos curamos a nosotros mismos, nos presentamos como objetos artísticos, nos gestionamos como marcas personales.

Lo que parecía un derecho (“sé el artista de tu propia vida”) se vuelve una carga: mostráte original, coherente, estético, cool. De lo contrario, te quedás afuera.

Para seguir leyendo…

Groys - Devenir obra de arte

Groys - Volverse público

Groys - Arte en flujo


 


Boris Groys analiza cómo, en la era de las redes, diseñar y exponer nuestra imagen ya no es una opción estética, sino una exigencia social.

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